La esmeralda y su talla en joyería: un mundo de posibilidades

La talla y pulido de gemas son actividades clave en el sector joyero. Este arte permite convertir minerales brutos en piedras preciosas y semipreciosas, listas para su uso en pendientes esmeraldas, collares de diamante y otras creaciones.

En particular, la esmeralda es una gema muy apta para la talla. La maleabilidad y otras propiedades de este miembro de la familia del Berilo permiten acentuar cualidades como el brillo o el color tras el proceso de talla, sin importar su tipología.

En este sentido, la esmeralda puede adoptar multitud de acabados. La talla ‘baguette’, por ejemplo, es rectangular, posee bordes escalonados y esquinas despuntadas. La impresión general es de elegancia y de sofisticación.

La talla pera de la esmeralda, en cambio, posee una fórmula ovala similar a una lágrima. Su belleza y personalidad la convierte en una elección recurrente en sortijas, pendientes y otras elaboraciones joyeras. La talla ‘asscher’, por el contrario, es cuadrada y presenta esquinas recortadas y caras muy facetadas. En la década de los veinte no había acabado más popular para una esmeralda, pero hoy compite con alternativas como la talla princesa.

La cuadratura de esta talla guarda similitudes con la ‘asscher’, con diferencias notables: las esquinas acaban en punta y la disposición de las facetas es distinta. Probablemente, la talla que más adoptan las piedras preciosas sea la esmeralda, así denominada por su popularidad en esta gema. Su acabado es octogonal y puede presentar formas cuadradas o rectangulares.

Elíptica es la forma que adopta la talla óvalo, indicada para consumidores de gustos clásicos. También es una elección recomendada para personas que deseen resaltar la apariencia de sus manos, pues se estima que los anillos con esmeraldas así talladas alargan los dedos.

Con frecuencia, la esmeralda también presenta la talla cojín. Estas gemas son levemente alargadas disponen de facetas marcadas y de esquinas suavizadas.