Breve historia del collar ‘choker’
La modernidad del collar ‘choker’ sorprende al considerar el origen remoto de esta joya, popular ya en tiempos de faraones egipcios y de emperadores romanos. En el célebre Portrait of Anna Boleyn, la consorte de Enrique VIII luce este collar de oro y perlas, que tanta fama ha alcanzado en nuestros días, a tenor de las muchas réplicas y diseños inspirados que circulan.
El término ‘choker’ significa «ahogador» o «estrangulador» y refleja el rasgo más característico de esta joya: su ceñimiento al diámetro del cuello pero sin presionarlo, pues en realidad descansa sobre la clavícula. Estos collares, conocidos como gargantillas, han estado ligados a la realeza y las monarquías desde la antigüedad.
En la Roma y Egipto antiguos, los collares ‘choker’ simbolizaban la posición social, el poder y la sangre azul. En el Valle del Nilo en particular, las embarazadas portaban esta joya para atraer la buena fortuna de la diosa Taweret. En otras culturas, como la india, este tipo de collares también cumplían un rol protector.
Este simbolismo cambió drásticamente a partir de la Revolución Francesa, cuando las mujeres se adornaban con ‘chokers’ de color rojo, en homenaje a los ejecutados en la guillotina. Hacia el siglo diecinueve, el uso de este collar se extendió a todas las clases sociales, adquiriendo un significado especial entre las prostitutas. Una clara demostración de ello es el cuadro del francés Édouard Manet, Olympia, donde la mujer aparece retratada con una gargantilla en referencia a su profesión.
Sin embargo, el periodo victoriano también elevó la sofisticación del ‘choker’, al ser adoptado por las damas de alta sociedad. Se diseñaban entonces con barroquismo, combinando gemas, filigranas, encajes, etcétera, de un alto valor artesanal.
Desde la década de los noventa, las gargantillas adquieren un nuevo impulso entre las nuevas generaciones, que reinterpretan esta joya y la integran en la moda juvenil.
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