UNA FIESTA PARA VIVIRLA

Hace unos cuantos años íbamos todos los años a la fiesta del albariño en Cambados pero aunque lo intentamos un par de veces nunca conseguimos ir de visita al pazo de baion, pero he de reconocer que los días que pasábamos en las fiestas nos lo pasábamos realmente bien. Una de las amigas de la universidad en la que estudiaba uno de mis amigos de siempre nos dejaba acampar en el terreno que tiene su casa por la parte trasera, y unos cuantos montábamos allí unas tiendas de campaña para poder intentar dormir cuando volvíamos de fiesta. El mayor problema que había en esas fiestas era que había demasiada gente para demasiados pocos taxis para volver a casa. La casa de la amiga de mi amigo estaba a unos siete kilómetros de distancia del núcleo urbano de Cambados por lo que no nos quedaba otra que tener que volver a casa en taxi. Hasta un año que me harté de esperar y me encaminé a casa de la amiga de mi amigo andando solo. Como ya había ido unos cuantos años ya sabía por dónde tenía que ir, pero el camino era largo y me llevó un buen rato recorrerlo entero. Cuando llegué a casa estaba tan cansado que en cuanto me quité las botas me quedé dormido instantáneamente. Por las noches estaba claro que íbamos a beber a la fiesta pero por el día después de haber dormido íbamos siempre a una playa que no es que quedase demasiado cerca pero con el calor que hacía era lo mejor que podíamos hacer. A los que no les gustaba la playa se quedaban en el chiringuito pero yo prefería ir con las chicas a tomar el sol a la playa. Con el paso de los años hemos dejado de ir a esta fiesta, que todavía sigue celebrándose, pero nos han quedado un montón de buenos recuerdos de esos años, aunque también tengamos otros no tan buenos. Uno de los años que fuimos hubo unos incendios muy fuertes y menos mal que volvimos para casa a tiempo porque a lo mejor unas horas más tarde ya no hubiésemos podido volver.